Cuando los algoritmos quieren explicar la complejidad humana
El ser humano es complejo por naturaleza. A veces no dice lo que piensa; dice lo que debe decir, la respuesta correcta; hace lo que no piensa; o no hace lo que piensa; compra por impulso algo costoso o le pone racionalidad a algo con un precio muy bajo; hace click en internet porque no tiene nada más qué hacer o busca cosas por matar el tiempo.
Sin embargo, hoy queremos definir la comunicación a través de los algoritmos. Lo que la gente busca y encuentra en el mundo digital, parece dogmatizar lo que la gente es y lo que a la gente le gusta: Sí y no. Es una herramienta y ayuda, pero no podemos sobresaturarnos de analytics, métricas, cookies, retargeting o leads para definir lo que debemos comunicar y en qué lugar debemos hacerlo en el mundo digital y físico.
El mercadeo toda la vida ha tratado de cuantificar el comportamiento humano: cómo es su vida, cómo compra y cómo se expresa; pero ha sido exitoso a medias. Esto ha llevado a que la comunicación adopte muchos comportamientos del marketing. Por eso al final todos los mensajes que vemos en publicidad conservan una misma estructura y se parecen unos a otros porque todo está dentro de la misma caja, los mismos procesos y el mismo checklist.
La comunicación debe mantener ese ingrediente espontáneo y sorpresivo y en nuestro negocio se ha venido perdiendo esa espontaneidad; el efecto sorpresa dejó de existir por completo; la chispa y la sensibilidad se esfumaron para hacernos fríos y calculadores, como las métricas y los algoritmos, en un mundo donde los seres humanos somos todo lo contrario, cálidos, sensibles, espontáneos y sobre todo, impredecibles.
